domingo, 14 de marzo de 2010

Capitulo II: El Mechoneo

A eso ya había pasado una semana y mi amiga Marián estaría esperándome en la ciudad de Santiago, y ahora que ya estoy llegando en Microbús a la ciudad, puedo ver como se elevan los edificios y dejo atrás el verde intenso, y la vida tranquila, sin smog que me brindaba mi pueblo, lo bueno es que no seria alumna interna, sino externa, así que todos los días, volvería a mi antiguo pueblo que solo era reconocido por la fiesta de la cerveza, aparte de eso nada. Más cerca cada vez de lo que seria, mi suplicio, bajó del microbús en la estación y abajo se encuentra mi amiga esperándome con cara de aburrida.
– Te llevo esperando casi media hora- estaba verdaderamente enojada.
– Lo siento, me atrase, ya sabes nunca llego temprano- me disculpe.
- que no se vuelva costumbre. No te estaré esperando toda la vida- después de decirme esto, esbozo su flamante sonrisa. No sabia por que pero no me sentía feliz, me sentía casi obligada, pero sabia que no lo era, yo quise estudiar y no trabajar, además no podría dejar pasar esta oportunidad.- oye- me interrumpió el delirio y eso me parecía bien, quería dejar de pensar un momento, mientras caminábamos hacia el metro – que pasa- le respondí.
- sabes que la Feña, estará en tu misma universidad, verdad-
- claro anoche la llame y me lo aseguro diez veces, de lo contrario no le hubiese creído-
- esta bien, pero esta de sobra decir que- se acerco a mi oído y casi susurrándome me siguió explicando- que la Feña no sabe nada y se tiene que mantener así.
- Claro que lo se y no le diré nada.
Estábamos en eso cuando el metro llego,obviamente llenísimo y sabíamos que si no tomábamos este llegaríamos tarde. Así que nos hicimos espacio como pudimos, claro esta que con lo lleno iba pegada a una señora que me miraba con algo de resignación. Algo que me pareció extraño es que a pesar de que el tren se encontraba como comida al vació, al parar en las estaciones siguientes seguía subiendo más y más gente. Marián, estaba pegadísima a la puerta.
Casi no pudimos hablar en el viaje y ya veía que caía mi amiga del vagón, en cada estación que habrían la puerta. Justo tres estaciones antes que la mía, mi amiga se despedía y casi gritando me dice – Después del Mechoneo te iré a buscar, hay ropa para cada una en el punto de encuentro, no te preocupes, recuerda guardar en tu sostén el celular te llamare, adiós.- Sus palabras habían calado hondo en mi, y con tanto revuelo en mi vida, por completo había olvidado el mechoneo, ese rito de iniciación que se le hace a los mechones o alumnos nuevos en las universidades, me daba escalofríos , solo de pensar que mis pantalones regalones, quedarían por completo inutilizables, la polera poco me importaba, me la había regalado mamá para mi cumpleaños, pero como siempre sentía que esto era una competencia entre ella y Papá, poca importancia le tome y ya sabia que vendría, obviamente discutió fuertemente con mi padre por causa mía ,que no tenia regalo, que no me quería, que como me podía llamar hija, si cuando nací ni siquiera me quería, al igual que mi hermana Pamela, lo único que el quería era un hijo, un descendiente, nada más, claro esto me hacia cada día más pensar que su separación era causa mía. Mis zapatillas quizás donde las esconderían y que pasaría con mi cabello largo completamente liso y mi querida chasquilla, tan pareja como siempre, aunque muchas veces no la quisiera así, como quedaría después del mechoneo quizás volvería a ver a mi amiga Marián, totalmente rapada y como quedaría ella.
Como aun me quedaba dinero en el celular decidí no entrar sola y esperar a la Feña, obviamente ella llegaría en su camioneta y por cualquier cosa podría ocultarme en ella, así que mientras el horror consumía mi mente pensando que me harían, marcaba su numero de celular, en el frontis de la universidad.- Alo- me responde la Feña y sentía por fin que no estaría sola.
- alo, Feña soy yo Paloma.
- Hola, como estas.
- Esperándote en el frontis de la universidad.
- Aps, bueno ya estoy llegando, es que tuve que pasar a cargar con bencina y como es marzo, estaba atestado de gente. Pero ya estoy llegando.
- OK, te espero, chao.
Al cortar su voz calmada, me tranquilizó de cierta forma, pero quizás ella al igual que yo no había reparado en ese pequeño detalle del mechoneo. Nuevamente estaba divagando cuando la bocina de la camioneta me hizo llegar a tierra nuevamente.
Me abrió la puerta del copiloto y mientras la saludaba me subía.
- Que pasó por que no entraste, sabes que estamos separadas, solo te puedo dejar en el estacionamiento y allí separarnos tú para tu sala y yo a la mía.
- Es que estoy un tanto asustada.
- ¿por qué?
- Por el mechoneo
El frenazo de la camioneta fue tan fuerte que casi salgo disparada y por poco nos chocan otros vehículos que venían atrás, y mientras nos empapelaban a chuchadas, cuando pasaban a nuestro lado, miró a la Feña. Estaba completamente pálida y creí haber adivinado.
- se me olvido.
Bingo, pensé yo, mientras hacían sonar sus bocinas los demás autos
- Feña avanza o sino nos chocaran.
Ella asintió con la cabeza y siguió manejando
- te iras conmigo, verdad.- me dijo la Feña con tono preocupante
- no puedo me vendrá a buscar la Marián.
- Pero yo las puedo dejar en la estación para que se vayan a casa.- tanta era la insistencia que no me quedo de otra que decirle que lo pensaría.
Al bajar, me despedí de la Feña y me dirigí a la sala que me correspondía, el estomago se me revolvía mientras más me acercaba. Por fin al llegar a la sala, que estaba completamente repleta, en la puerta había un listado con nombres y cuando encontré el mío, un muchacho de no más de veinte años con barba y pelo tomado, chocaba conmigo de no ser por que me afirme de la puerta hubiese caído.
- lo siento mucho, disculpa, creí que estoy en esta sala.- me dijo sonrojado
- no te preocupes revisa.- esta parecía ser la oportunidad perfecta para no sentirme sola y hablar con alguien.
- Si aqui estoy y tu.
- También, a lo siento mi nombre es Paloma.
- El mío Ignacio, pero todos me dicen Nacho.
- OK, Nacho, pasemos
- Claro- me respondió, sonriendo, parece que el también necesitaba compañía.
Al entrar hicimos bastante bullicio, ya que el Nacho con lo nervioso que estaba después de nuestro encuentro, cerro de un portazo la puerta de la sala. La jefa de carrera que estaba adelante junto a muchos otros profesores, pero fue ella quien nos miro con cara de reprocharnos, mientras nosotros nos sentábamos en los asientos traseros de la sala. Ella continuo con el discurso que estaba dando...el arte es la manifestación más clara del alma, aquella que se puede palpar y que pocos pueden entender, para muchos el arte es el moderador del bien y el mal, y aunque esto no exista y solo sea percepción algo que nos es agradable o desagradable, el arte es el alma de la sociedad. Fue ovacionada en aplausos, pero ella al parecer quería continuar. Así que un profesor de boina café y lentes como John Lenon, tomo la palabra: - Bueno continuaremos con la doctora Maturana, quien nos dirá las reglas de la carrera.
Ella dio un paso adelante y continuo hablando:- Son exactamente cuatro cursos, dispersos en diferentes salas, cada curso de cuarenta personas, de los cuales de aquí a un año quedara solo uno, y así al final de la carrera, aproximadamente cuatro años, saldrán siendo Historiadores en el área artística. Ya cada uno tiene su horario y esta será su sala y estos sus compañeros, les pedimos disposición, ganas de participar y rendir en las asignaturas que cada profesor dará y claro como no pedirles esto…
Drásticamente nos miro fijo y dijo-…les pido responsabilidad, eso implica no llegar tarde y menos si queremos terminar la carrera-.
Sonrió sarcásticamente, mientras nos miraba al Nacho y a mí. Todos se giraron a mirarnos, Nacho se sonrojo y yo solo baje la mirada, sentía que sus miradas eran agujas que me clavaban fuertemente. -
Ella se despidió en medio de aplausos mientras salía de la sala, continuación todos lentamente se levantaban de sus asientos.
- Nacho, tu crees que nos mechoneen.
- Seguro por que no- me respondio algo relajado, mientras salíamos de la sala y nos dirigíamos al patio, ya que sabíamos que este día era solo de presentaciones y nada más.
- Yo no quiero que me mechoneen.
Justo cuando dije eso, unos muchachos me tomaron en brazos y al Nacho lo llevaban arrastrando, unos Chicos que parecían Gorilas.
Pataleábamos, gritábamos, pero nadie hacia nada al final me rendí, nos pusieron en medio del patio y felizmente, cantando y danzando, nos decían bienvenidos mientras nos arrojaban pintura, unas muchachas mirándome dijeron:
- a ella le deben contar el pelo
El temor se apodero por completo de mi cuerpo, veía como al Nacho le echaban pintura y le cortaban la barba de manera muy dispareja.
- No.- Dijo un muchacho interponiéndose ante las chicas que me querían ver con el pelo corto – dijimos que este año no cortaríamos el pelo a los nuestra carrera, solo las barbas a los hombres y a las mujeres las llenaríamos de pinturas de todos colores.
Lo que me pareció bien en un momento se volvió horrible, Solo me cubrieron los ojos y me arrojaban bombitas, iguales a las bombitas de agua, hechas de globos pequeños, pero estas con pintura. Sentía que olía horrible y el clima era bastante caluroso empapada y cuando ya cuando parecía ser suficiente, hicieron una fila uno al lado del otro y nos amarraron ambas manos con personas desconocidas con un genero que no parecía dañarnos, pero si nos sujetaba fuertemente.
- que les pasa, ya déjennos en paz- Grite en no se que dirección
Luego un montón de risas se escucharon.
- no te tomaran en cuenta
- ¿Nacho eres tu?- dije como descifrando donde estaba
- si estoy aquí, amarrado a tu mano derecha.
- Genial y ahora quizás que nos harán
- Ni idea, pero creo que nada bueno- me contesto algo enfurecido
- Lo importante es que me desaten.
- Lamento decepcionarte pero no lo harán- una voz femenina respondió, era bastante dulce, pero tenía como un tono de pena, así como si sufriera, claro en esta situación cualquiera tenía terror.
- ¿Quien eres?- pregunte con curiosidad
- Me llamo Katherine y estoy amarrada a tu mano izquierda. Vi cuando llegaron atrasados, a la presentación.
- Genial ahora seremos siempre los irresponsables- lo dije con un tono bastante sarcástico, pero en realidad no lo quería decir, fue como un pensamiento que salio en voz alta.
De repente la voz del mismo chico que me había “defendido” se escucho como si estuviese gritando - Sabemos que los hemos hecho sufrir suficiente- luego vaciló un momento y continuo – pero aun no nos hemos cansado de hacerlos sufrí. Así que esperen unos segundos que les tenemos una sorpresa.
- genial- dije en voz baja pero procurando que me oyera tanto Nacho como Katherine
- ya no quiero más, solo quiero irme a mi casa- grito fuertemente Katherine. Su grito fue desgarrador. Pero parecía carecer de importancia para el resto, sentía murmullos por todos lados, pero no los quería oír. Sentía tanta rabia en mi interior y no sabia que hacer, me sentía acorralada, como un pajarillo preso en una jaula y el cual solo obedece al mandato de su amo, así me sentía, con angustia, con pena, con ganas de escapar y saborear la libertad. Pero sabia que debía pasar por esto era una tradición, tan solo quería que no fuese tan cruel, solo quería que fuese algo más productivo que mantener prisioneros a un montón de jóvenes, en el patio de la universidad.
- Bueno les llego la ultima prueba- dijo la voz de aquel joven que no permitió que me cortaran el pelo
- ¿Pruebas?, estas no son pruebas, son torturas
Lanzo una fuerte carcajada, ese joven que ya a esas alturas me caía muy mal
- bueno llego el tiempo de la ultima tortura- remarcando la ultima palabra
Después de esas palabras un gran chorro de agua me golpeo fuertemente y se movía desde arriba hacia abajo, parecía que después de mi turno le tocaba a Katherine y así sucesivamente, al final le llego el turno al Nacho y aun nosotros con los ojos vendados nos dieron las ultimas instrucciones que salían de la boca del mismo joven que nos había hablado en todo momento – Muy bien ahora van a caminar lentamente sin tropezar, aunque eso no se los aseguramos- y nuevamente salieron risas de su estupida boca y la de todos sus compañeros - se van a girar, quedara algo tirante las amarras pero no les hará daño Irán para saber a donde ir un compañero nuestro se ha amarrado de los primeros y los guiara, ¿de acuerdo?.
Todos respondieron afirmativamente pero sin gana alguna, mientras a mi la rabia me consumía, comenzamos a caminar, estaba intranquila, asustada, había algo que no me cuadraba, sentía que íbamos hacia el pasillo, como que nos devolvíamos a las salas.
- Nacho- dije rápidamente, mi voz se oyó frágil casi quebrada.
- ¿qué?
- A donde crees que nos llevan
- No lo se y ni siquiera lo quiero imaginar- me respondió con voz temblorosa y algo angustiada
- Yo creo que nos llevan a la sala donde estábamos- respondí con tono tranquilo
- Pero ¿para que?
- no lo se
- paren- dijo la voz del joven que nos había tratado todo el tiempo como muñecos de trapo, su voz me apestaba, era como un gran peso insoportable.
Nos sacaron las vendas de las muñecas y luego de los ojos, y tal como lo había dicho estábamos en frente de la sala que anteriormente la doctora Maturana nos había dado su discurso, o sea la que seria mi sala por todo el semestre.
- Bien esta no ha sido la manera más agradables de entretenerlos, pero es nuestra tradición, ahora nuestra verdadera bienvenida- el joven director del mechoneo termino de decir estas palabras y dándose vuelta hacia la puerta la abrió de par en par.
Adentro estaban unos cincuenta alumnos de cursos superiores al nuestro gritando al unísono Bienvenidos, habían un montón de papas fritas y bebidas, doritos y suflés de queso, comida vegetariana y un pastel que decía bienvenidos alumnos de arte, se hallaban cuadros replicas de Miguel Angel, Vincent van Gogh, fotos de obras de Marcel Duchamp y un muro completo lleno de grafitos, entre otras obras. Lo peor que a todos se les pasó el enojo menos a mí, yo estaba anonadada por la sorpresa pero seguía enojada, me mire de pies a cabeza en un espejo que se encontraba atrás de la sala y vi como la pintura me había dejado la mitad del pelo azul con verde y la otra de mi color normal, toda despeinada y mi ropa completamente pintada, aunque el agua había sacado algunas manchas, otras se quedarían allí para siempre y a menos que decolorara mis jeans y los volviera a teñir azul, no tendrían arreglo, ahora todo esto saldría bien si la tela llegara a soportar este proceso.
- Hola- de repente ese saludo me saco de una de mis tantas divagaciones. Era el muchacho que no había dejado que me cortaran el pelo
- Hola- le respondí, pero sin ganas y tratando de ignorarlo mientras veía el piso, prestando una extraordinaria atención al piso flotante.
- ¿Te gusto la sorpresa?
Le sonreí sarcásticamente, algo que parecía más una mueca que una sonrisa
- parece que no- me respondió algo desanimado
- Me gusto, pero creo que es muy bochornoso y algo malvado, lo que nos hicieron- les dije con un tono moralista que no era propio de mi
- Quizás, ya les tocara a ustedes el próximo año- me respondió con golpecitos en la espalda como si me consolara.
Volví a mirar el suelo, ya que su actitud me molesto nuevamente.
Me miro, buscando mi mirada, lentamente gire mi cabeza hacia su mirada, cuando nos miramos me dijo algo más tranquilo, como cerciorándose de que mi rabia había sucumbido ante todo su esfuerzo expuesto en la pequeña bienvenida.
- Disculpa el no haberme presentado ante tanto alboroto me fue imposible, mi nombre es Franco Lemoine
- ¿Eres extranjero?- pregunte con curiosidad, mientras arrastraba unas sillas de un espacio bien cercano al nuestro y las miradas de aquellas que eran de cursos superiores, rozaban sutilmente mi piel y los comentarios en forma de cuchicheo se dejaban sentir por el aire, asiéndolo un poco más espeso.
- No, soy Chileno, mi madre es Española y mi padre Francés, lo mismo que mis abuelo, repitieron la historia. Mi abuelo era español y llego en el Winnipeg, mientras que mi abuela era francesa y estudiaba antropología, se devolvieron a Europa, específicamente a España y nació mi madre, ella volvió a Chile a trabajar era profesora de Antropología.
- Antropología, lo mismo que tu abuela.- Lo interrumpí levemente, ya que pensaba que necesitaba un respiro y no me equivoque, rápidamente tomo un vaso de bebida y lo consumió todo, luego continúo.
- Si, era profesora de esta universidad, pero vivía muy cerca de la embajada de Francia. Un día mi abuela le mando un paquete a la embajada y el que le entrego el paquete fue mi padre, tuvo un problema con el paquete y regreso al día siguiente, bueno mi padre le dijo que si no le daba su numero telefónico, no le resolvería el problema, mi madre se ofendió y mi padre fue a pedirle disculpas a su departamento se conocieron mejor y al poco tiempo nací yo. El único chileno en una familia franco-española.
Aun un tanto anonadada por que un extraño me contara gran parte de su vida familiar, no sabia que hacer con tanto murmullo, sobre la conversación que teníamos Franco y yo.
- Dime cual es tu nombre, te conté toda mi vida y eres una completa extraña- me dijo con un tono de confianza
- Si lo mismo estaba pensando. Mi nombre es Paloma González, vivo en Malloco.- me interrumpió casi al instante.
- ¿Donde hacen la fiesta de la cerveza?
- Si y que te puedo contar de mi vida, en estos instante vivo con mis padres aunque están apunto de separarse
- Lo siento- dijo al instante
- No es nada, la verdad pelean todo el día y no me gusta verlos infelices y entre a estudiar aquí becada.
- Bien bastante más resumida tu historia en comparación a la mía- nos reímos fuertemente y comenzó la música en la sala. Y no tardaron alumnas tanto de mi curso, como otros de diferentes años en pedirles que bailaran con el.
- Bien creo que es hora que bailes- le dije mientras miraba el reloj y me daba cuenta que de seguro la Feña y la Marián estarían afuera esperándome
- cuídate y me alegro que te hubiese gustado la sorpresa, nos vemos- me respondió algo apesadumbrado
- Gracias, nos vemos.- me despedí.